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El debate acerca de la calidad de los contenidos televisivos, que con tanta fuerza se ha generado en los últimos años, aporta elementos para el optimismo a la vez que aspectos que alimentan una posición escéptica. Los buenos propósitos de mejorar la programación y proteger a la infancia y la juventud, expresados en el Código de Autorregulación firmado en España en diciembre de 2004, se han visto frustrados en los primeros meses. Los incumplimientos del Código son numerosos. Los programadores no acaban de asumir su responsabilidad y echan la culpa a factores externos (audiencia, necesidad de ingresos publicitarios o falta de creatividad) para justificar la baja calidad de los productos televisivos. Resulta oportuno introducir en este punto del debate la falsedad de tales argumentaciones y recordar que los emisores son los dueños de la televisión que consumimos. Las posibilidades de cambio dependerán de la presión que seamos capaces de ejercer los usuarios.
The discussion about the quality of television contents, which has so strongly arisen in recent years, provides both elements for optimism and aspects that foster a sceptical position at the same time. The good intentions of improving programmes and of protecting children and youngsters, which were stated in the self-regulation rules signed in Spain in December of 2004, have come to nothing in the first months. The breaches of the code are frequent. Programme planners do not fully assume their responsibility and they blame external factors (such as the audience, the necessity of income from advertising or the lack of creativity) for the low quality of television products. It is appropriate to introduce the falsehood of such arguments on this point of the debate and to recall that television companies are the owners of the television that we consume. The possibilities of change will depend on the pressure that we, the users, are capable of exerting.